martes, 15 de marzo de 2011

Dhak'ran el penitente: capítulo 2; la creación de un héroe.

Dhak'ran el penitente: capítulo 2; la creación de un héroe.
Continuación:


La carrera militar de Geistschwäche viró repentinamente. Al ser el único superviviente de su unidad fue ascendido al rango de capitán. Se le asignaron nuevos reclutas, la mayoría de ellos campesinos o trabajadores poco duchos en el manejo de las armas. Durante los meses sucesivos las batallas se volvieron más frecuentes, ninguna tan espectacular como la primera. La mayoría fueron pequeñas escaramuzas al sur del imperio contra los Skavens. Aquellas ratas aunque cobardes eran muy numerosas y sus técnicas de combate traicioneras. También cruzaron  sus espadas contra los esqueletos y zombis reanimados por el Conde vampiro. A pesar de ser el último destacamento en enrolarse al ejército y de estar formado por hombres completamente novatos, Geistschwäche parecía llenar los corazones de sus hombres del valor y el odio más acérrimo. En cada uno de aquellas batallas sus hombres y él luchaban hasta la muerte y sorprendentemente sobrevivían.


Los años pasaron y las batallas continuaron a lo largo y ancho del mundo. Los Altos elfos junto con sus semejantes Silvanos invocaron los vientos de la magia para cambiar la balanza a favor de los pueblos libres de la tierra. Los enanos tuvieron que abandonar la seguridad de sus casas para acabar de raíz con los enemigos que los asediaban desde hacía décadas. Fue Bretonia la que sufrió el más duro golpe de todos. Un gran contingente del Caos formado por más de un millar de hombres asedió durante años al país de los caballos. Bretonia sólo podía ver como su gente moría, era quemada y empalada por los herejes del Caos. Bretonia gritaba auxilio.
Geistschwäche acababa de cumplir dieciocho años y acababa de ser nombrado comandante del contingente oeste. Sus hazañas a los largo del imperio y fuera de él eran conocidas por todos, incluso entre sus enemigos. Había participado ya en más de cincuenta batallas y en ninguna había resultado herido. Todos decían que la marca de Sigmar lo protegía y que la furia de un díos guiaba su espada.
El Emperador en persona le encargó la defensa del país amigo. Aquella guerra contra el Caos duró diez años. La llegada de los refuerzos por parte del Imperio por la retaguardia junto con los defensores bretonianos consiguió expulsar a las tropas invasoras, pero el Caos no cedió en su empeño de conquistar aquel territorio, el Caos jamás retrocedía.
La batalla en la que se consiguió una de las victorias más gloriosas en esta guerra, fue en el Valle de los caballos. Allí dos contingentes de proporciones épicas se jugaron el todo por el todo. La derrota suponía un billete directo hasta el centro de Bretonia y su ulterior caída. Geistschwäche a lomos de un caballo negro recorrió toda la línea frontal de batalla infundiendo el valor que tanto emanaba de él. Todos y cada uno de los humanos, imperiales o bretonianos, vitorearon a su joven pero imparable comandante. Al otro extremo del valle, un guerrero vestido con una armadura pesada del Caos amenazaba a sus huestes con tormentos inimaginables, si al final del día Bretonia no era suya.  
Geistschwäche alzó su espada, la cual reflejó la luz del sol. Los cañones vieron la señal y encendieron la mecha. Cinco segundos después ocho  bolas  de metal sobrevolaron el campo de batalla. Explotando a pocos metros de las filas enemigas. La batalla acababa de comenzar. Cientos de bárbaros, esclavos del Caos, avanzaron rápidamente gritando, golpeando tambores y entrechocando sus armas.
Los cañones continuaron escupiendo fuego, cuatro de los proyectiles impactaron en el centro de varias unidades enemigas, una decenas de cuerpos mutilados volaron por los aires. El resto erró el blanco. Los capitanes arqueros silbaron y los portaestandartes ondearon las banderas. Doscientos arqueros tensaron sus arcos y dispararon. La lluvia de flechas cayó sobre los bárbaros, decenas de ellos cayeron retorciéndose de dolor pero el resto siguió avanzando cada vez más deprisa. Cuando estaban lo suficientemente cerca, los bárbaros lanzaron sus hachas arrojadizas matando a varios arqueros. Con una señal de sus superiores, las filas de arqueros se separaron para dejar pasar a los espaderos, los cuales se prepararon para recibir la carga de los bárbaros.
La artillería volvió a rugir pero esta vez su voz fue acallada por el disparo de seis cañones del Caos, las bolas de fuego recorrieron el campo de batalla y se estrellaron  en la primera fila de arqueros y espaderos. La risa psicótica del señor del Caos Aztreonam reverberó por todo el valle, acto seguido el resto de unidades bárbaras tanto a pie como a caballo se lanzaron hacia el enemigo, mastines de Khorne cargaron a través de los flancos del campo de batalla y los guerreros absolutos avanzaron sembrando la desesperación a través de todo el valle.
Geistschwäche sabía que aquella era la batalla más difícil a la que se había enfrentado y por un segundo dudó de su victoria pero jamás había tenido miedo, aquel no era un buen día para comenzar a desarrollar aquella estúpida conducta. Gritó a sus tropas, las cuales cargaron contra el enemigo. Las flechas volaron a través del campo de batalla sembrando de muerte el suelo y regándolo con la sangre de los caídos. Los cañones de ambos bandos tronaban y barrían de un plumazo las vidas efímeras de los humanos. Alabarderos, espaderos y caballeros mataban y morían por cientos. Por cada cinco bárbaros caía un imperial pero la balanza cambió cuando los guerreros absolutos llegaron al combate. Sus hachas atravesaban las armaduras de los hombres como si fueran hojas de papel.
Geistschwäche confiaba en que sus hombres aguantaran lo suficiente para que el contingente de caballeros bretonianos que había partido hacía dos días, le diese tiempo a rodear el valle y sorprender al enemigo por la retaguardia.
Varias horas después del comienzo de la batalla, ambos ejército habían perdido a más de la mitad de sus hombres, pero la victoria parecía decantarse por el Caos. Las nubes oscurecieron el cielo como señal de adoración a los dioses caóticos.
Dónde estaban los bretonianos, se preguntó Geistschwäche. Quizá habían caído en alguna emboscada y su ayuda jamás llegaría, pensó. Si eso era así, moriría luchando, no sin antes demostrar su valía al comandante enemigo. Con la firme decisión de desafiar al Señor del Caos Aztreonam, Geistschwäche  espoleó a su caballo. Recorrió el campo de batalla matando a todo enemigo que se cruzó en su camino. Ninguno de ellos tenía la más mínima oportunidad de tan siquiera rozarle. Cuando apenas le separaban cincuenta metros de su objetivo, un individuo se cruzó delante de él. Era un guerrero con una larga toga y sobre ella llevaba una inmensa armadura, su cara estaba oculta tras un gran casco con la marca del caos absoluto y en la mano izquierda sostenía con fuerza un báculo dorado de formas extravagantes. El hechicero levantó su brazo derecho y una ráfaga de energía púrpura salió de su mano impactando contra el caballo de Geistschwäche, el cual cayó al suelo, dejando tras de si una masa chamuscada e informe de carne equina. Geistschwäche se levantó casi antes de tocar el suelo. Su velocidad pareció amedrentar por un momento al hechicero. El caballero lanzó una estocada a su enemigo, el cual lo paró con su báculo, que chisporroteo energía púrpura y lanzó lejos al agresor. El hechicero aprovechó ese instante para lanzar otro hechizo más poderoso contra el Comandante enemigo. Una cantidad ingente de energía recorrió el cuerpo del mago y la concentró en un poderoso y destructivo rayo púrpura. Geistschwäche se dirigía de nuevo a la carga cuando el rayó impacto en su pecho. Nunca supo que ocurrió en aquel instante. No sintió dolor, no sintió nada, solamente calor pero no del hechizo si no de su interior. Con una pequeña explosión el hechizo se desvaneció y por un instante todo el valle quedó sin energía mágica. El hechicero asombrado miró sus manos inútiles carentes de poder, fue lo último que vio antes de que la espada de Geistschwäche  atravesara su corazón. El hechicero cayó muerto y su cuerpo se calcinó.
Ningún enemigo le separaba ya de su objetivo. A pocos metros, Aztreonam sonreía. Su armadura era grotescamente grande, adornada con los numerosos cráneos de los comandantes que había matado a lo largo de toda su vida militar, en una mano sujetaba una enorme espada a dos manos, pero su descomunal fuerza le permitía blandirla con una mano, en la otra, daba vueltas a un rompecabezas que rezumaba un líquido oscuro. Su cara era deforme por la continua influencia de los poderes mutagénicos de la disformidad del Caos, sus dientes limados como agujas y sus ojos oscuros como el carbón.
Los dos contrincantes se miraron y mantuvieron una lucha visual, mientras sus voluntades luchaban en una guerra encubierta. Ninguno se amedrentaba por la enorme energía que emanaban sus almas.

-          No somos tan diferentes, humano, llevas la marca de la sangre en tu alma- dijo Aztreonam, su voz sonó gélida.
-          Tú y yo no tenemos nada en común, engendro herético.- replicó. Aztreonam río entre dientes.
-          Tu espada ha arrebatado tantas almas como mi acero. Tu único objetivo en este mundo es la guerra, la muerte, el placer de derramar la sangre de tus enemigos, verlos agonizar hasta que sólo desean la muerte.
-          Te equivocas- gritó.

Geistschwäche  se lanzó al ataque hinchado de odio, su enemigo se preparó para recibir la estocada. Sus aceros entrechocaron emitiendo estruendosas explosiones y chispas. Cada vez que sus dos espadas se encontraban, una fuerte onda de energía se propagaba barriendo a amigos y enemigos por igual. Aztreonam contestaba con la misma vehemencia. Hacía girar su rompecabezas, lanzando la bola de pinchos contra las extremidades de su enemigo. Lo que Aztreonam tenía en fuerza y resistencia, Geistschwäche   lo suplía con su enorme velocidad y una fuerza igualmente monstruosa. Gran cantidad de guerreros de ambos bandos había dejado de luchar y miraban absortos la lucha de titanes que estaba teniendo lugar en aquel valle.

-          tu reputación es bien merecida. Tus habilidades son dignas de los dioses de la disformidad. Luchas con y para los hombres, pero tu instinto te exige dar un tributo de sangre constantemente a tus verdaderos dueños. – Aztreonam hablaba como imbuido por una energía premonitoria.
-          No sé de que estás hablando. soy humano, amó a esta especie y pienso protegerla de herejes como tú,  que sólo buscan su destrucción.
-          Que sarta de estupideces. Esto a lo que llamas especia está condenada.- dijo mirando su propio cuerpo.- aquí y hoy los verdaderos dioses erigirán un nuevo orden. Nada puede vencer al Caos y menos una especie tan débil e insulsa. Únete a los héroes o perece con los esclavos.

Aztreonam gritó y su voz retumbó en los corazones de todos los seres vivos en kilómetros a la redonda.  Todos los guerreros imperiales y bretonianos sintieron como su voluntad y su entereza se marchitaba como una rosa en otoño,  sus corazones se llenaron de miedo como si una fría mano grisácea comprimiese su corazón. En cambio, los corazones de los guerreros del caos se inflamaron con la llama de la victoria, del odio y las ansias de matar. Insuflados por ese sentimiento, los guerreros mataron, desgarraron, evisceraron y desmembraron a los soldados imperiales.
Geistschwäche era inmune al hechizo de aquel comandante, pero a pesar de eso, miró absorto como su ejército perdía la batalla. No sentía miedo, ni terror, no temía por su vida ni por el posible dolor físico, pero veía como todas sus esperanzas se desvanecían, como toda aquella defensa bien planeada había caído en desgracia. No era el dolor físico, si no la vergüenza de la derrota lo que le desgarraba por dentro. Aferró su espada con fuerza, sólo hay una manera de ganar esta batalla pensó. No sabía si él era normal pero aquel día se había plantado con miles de hombre con un objetivo y no estaba dispuesto a no cumplirlo. Soy demasiado ambicioso pensó. Sea quien sea quien guíe mi espada, hoy y aquí tú morirás, gritó a Aztreonam. Se lanzó corriendo como un animal rabioso. Descargo un mandoble tras otro, haciendo que el comandante enemigo retrocediese en cada estocada, hasta que rompió la defensa de este y descargó toda la fuerza de su espada sobre el hombro de Aztreonam. La armadura se melló, la piel y los músculos se desgarraron y los huesos se fracturaron hasta que el brazo cayó al suelo. Aztreonam gritó de dolor, pero atacó a Geistschwäche  con el brazo que le quedaba y le golpeó con el rompecabezas en el hombro. Este no se dejó amedrentar por el dolor y el golpe y descargó otra estocada que atravesó la rodilla del  Aztreonam. El cual cayó de rodillas al suelo, incrédulo ante lo que le deparaba el futuro, rió unos segundos antes de que la espada de Geistschwäche  rebanase su cuello.
En el mismo instante que Aztreonam exhaló su último aliento, aquel aura que aprisionaba los corazones de los guerreros se esfumó, una especie de bruma que rodeaba todo el campo de batalla se disipó también. En ese instante, el comandante bretoniano que hasta entonces no había sido capaz de encontrar el campo de batalla, se encontró que estaba enfrente de él. Gritó a la carga y más de mil caballeros se lanzaron como una flecha contra el enemigo. Todos los guerreros del Caos se encontraron de repente superados en número, en una posición desventajosa y completamente desmoralizados. Todos corrieron despavoridos y la mayoría murieron ensartados por las lanzas o bajo las patas de los caballos.
Geistschwäche  quedó arrodillado delante del cadáver de su enemigo, sujetándose el brazo herido y aunque preocupado por las palabras de Aztreonam, una amplia sonrisa de orgullo recorría su cara. Había vuelto a vencer.
Aquel día el Caos sufrió una fuerte derrota. Sus ejércitos se vieron tan mermados y tan derrotados que la empresa de conquista de Bretonia se convirtió en una utopía. Aunque se sucedieron algunas batallas más, los pocos contingentes que quedaron huyeron como sabandijas y se dispersaron por todo el mundo. Como una onda, la victoria en el Valle de los caballos se convirtió en el principio del fin de aquella época de guerras que había asolado todo el globo.

El nombre de Geistschwäche Von Villerbrand fue alabado por todo Bretonia.  Los músicos  de todas y cada una de las compañías tocaron sus instrumentos durante días. Los festejos se propagaron por todo el país y por los territorios colindantes.  Geistschwäche fue llamado a las cortes para ser condecorado por su victoria. Fue a finales de verano cuando Geistschwäche traspasó las puertas de la muralla de la ciudad Couronne, capital de Bretonia. Por todas las calles ondeaban banderas con dibujos y trípticos de caballos. La ciudad bullía vida, miles de personas correteaban por la ciudad ultimando los preparativos de la gran fiesta que tendría lugar en unos días.
Geistschwäche anduvo por la ciudad en dirección al castillo del rey. Montaba un caballo provisional, tras la muerte de su anterior montura, llevaba una abultada armadura plateada, sobre su espalda descansaba una larga capa roja con adornos dorados, en su cinto descansaba su espada, bautizada por los juglares como la liberadora de almas y en su mano derecha llevaba el estandarte del ejercito.
El Rey Louen Leoncoeur descansaba en su trono. Llevaba  una armadura de metal verdoso. La estancia era muy amplia y todas las paredes estaban adornadas por estandartes de caballos y cuadros de los predecesores  del reino de los caballos. A ambos lados del pasillo central, cientos de cortesanos cuchicheaban, reían y miraban con altivez a los villanos que suplicaban ayuda a la corte. La sala quedó en silencio cuando el chambelán anunció la llegada Geistschwäche von villerbrand comandante del ejercito imperial. La doble puerta de metal del final de la sala, se abrió con un estruendoso ruido metálico que inundó los oídos de los presentes. El héroe nacional recorrió la alfombra que adornaba el suelo. Mira a su alrededor, entonces la vio, era una simple sirvienta que zigzagueaba entre los vanidosos cortesanos. Era una diosa entre un campo de rosas. Su movimiento era grácil y su actitud presumida. Ella le observó a él andando majestuoso por la sala de los reyes. Los dos se miraron y en ese instante ambos supieron que su destino tenía que cruzarse y hacerse uno.
Cuando Geistschwäche  llegó hasta el rey desenvaino su espada y se la ofreció a su majestad en signo de saludo y respecto. El monarca se levantó, hizo una inclinación de cabeza y pidió al hombre que guardara su acero.

-          te doy la bienvenida a mi corte. En nombre de todo el reino de Bretonia te damos nuestra más sincera gratitud. Pocos hombres tienen la suficiente entereza para enfrentarse cara a cara a los herejes del Caos y sobrevivir.
-          Sólo cumplo con mi deber, majestad. Nací para la guerra, vivo con el único propósito de derrotar a mi enemigo y proteger a nuestros países.
-          Jajajaja. Me fascina tu voluntad y tu fuerza. Te agradezco haber salvado mi reino. Como gratitud serás condecorado como caballero de la orden de Bretonia.
-          Gracias majestad, es todo un honor.
-          Los soldados cuentan que tu montura murió durante la batalla.
-          Si, majestad, combatió conmigo durante años.
-          Un comandante imperial, un caballero bretoniano y un gran héroe, no puede ir sin montura a la batalla. Nunca había ocurrido esto en toda la historia de Bretonia, pero se te obsequiará con una montura, un gran héroe se merece una gran montura, te ofrezco montar a un caballo Pegaso. Puedes pasar por mis establos y elegir el que quieras.
-          Muchas gracias, majestad pero pensé que el secreto de los Pegasos es sólo revelado a los Bretonianos de sangre.
-          Y así es pero para todo existen excepciones. No rechaces el impresionante regalo que te he hecho.
-          No lo haré, majestad. Gracias por todo.
-          Puedes retirarte y descansar, esta noche celebraremos que los pueblos humanos seguimos siendo libres.

Aquella noche toda la capital se llenó de luces, música, comida y alcohol. Decretado día de fiesta en la ciudad, los codiciosos vendedores servían cervezas a los borrachos jaraneros, prostitutas paseaban por la ciudad, bailando y coqueteando con sus futuros clientes. Los juglares y los actores de teatro recorrían las calles interpretando los cantares de los grandes héroes de la guerra. En el palacio real, los cortesanos disfrutaban de su propia fiesta. Vestidos extravagantes, colores vivos, sirvientes frenéticos corrían por la sala llenando las copas de los comensales, la melodía de los mejores músicos del país, reverberaba por todas las habitaciones de palacio. Geistschwäche  vestido con una traje militar rojo y negro entró en la sala. Nunca se había sentido especialmente a gusto en aquellas reuniones sociales, aquello era para los políticos y los nobles pomposos y obesos cuya única creencia era el dinero y la comida. Él era un hombre de guerra, sólo con la espada en la mano se sentía suelto. Paseó por la sala saludando a gente que ni siquiera conocía, estrechando manos sudorosas y bebiendo licores que no sabía degustar. Una hora después, cansado de todo aquello, se apoyó en la pared y observó a los felices invitados que celebraban que estaban vivos. De repente una mujer se plantó ante él ofreciéndole una bandeja llena de bebidas. Él se sobresalto, cómo había podido aquella mujer haberle pillado distraído. La miró a la cara y recordó la belleza que había visto en la sala del trono. La mujer se dio la vuelta y se alejó con paso grácil pero rápido. Geistschwäche estudió a la desconocida y admiró las formas de su cuerpo. Le siguió con paso seguro, deseando conocer su nombre, entre los asistentes a la fiesta. A pesar de sus habilidades era incapaz de seguir a aquella chica entre la gente, su agilidad era superior a la de él, cómo podía ser. Cansado de aquel juego decidió bajar a los establos, echaría un vistazo a los caballos y se relajaría recordando antiguas batallas.
Entró en los establos, las cuadras se extendían más de quinientos metros. Cientos de criaturas descansaban en aquella fortaleza de madera. Geistschwäche paseó tranquilamente por el pasillo, con cada caballo se imaginaba un combate, estudiaba las características físicas de cada animal y lo extrapolaba a la realidad. Todos y cada uno de los caballos de aquel lugar eran seres fantásticos, los mejores de su raza, pero él anhelaba montar al mejor de ellos.
Cuando casi había llegado al otro extremo de los establos, una voz le habló detrás de él. Se dio la vuelta sorprendido. Otra vez aquella mujer tan sigilosa.

-          Siento haberle asustado, mi señor- dijo con una voz armoniosa.
-           No sé preocupe. No soy fácil de asustar.- dijo él avergonzado. La mujer sonrió.
-          Si me permite el atrevimiento, ya son dos las veces que he acelerado el latido de su corazón.

De donde había salido aquella mujer. Decir tan libremente aquel comentario a cualquier otra persona, hubiese supuesto un severo castigo, si no su ejecución inmediata. Pero a pesar de la ofensa, sus palabras sonaban como seda ondeando en el viento. No pudo más que sonreír como un estupido.

-          bueno, hasta los héroes podemos descansar y ser pillados desprevenidos.- dijo intentando dar una explicación. Ella aceptó la excusa con una bonita sonrisa.
-          ¿puedo saber su nombre, señorita?
-          Neshy- dijo ella ruborizándose.- aunque todos me llaman Nesh. No es un nombre especialmente bonito.
-          Me parece precioso, mi nombre es…
-          Geistschwäche. Sí, lo sé. Es difícil no conocer el nombre del héroe que ha salvado nuestra nación.
-          Por cierto, puedo saber por qué me buscabas- preguntó. La chica dudó un poco antes de contestar.
-          Porque quería hablar con usted.

Ambos quedaron en silenció. A lo lejos la fiesta llegaba a su máximo exponente con fuegos de artificio y el tronar de los cañones. Sin mediar palabra alguna, se cogieron de la mano y se acercaron hasta que sus labios se encontraron. En la oscuridad, entre la paja de una cuadra vacía hicieron el amor. Después permanecieron desnudos y abrazados, hablando de sus vidas, de todo lo que había padecido y vivido. Algo en el destino del mundo había marcado que aquellos dos seres debían encontrarse.
Geistschwäche paseó desnudo hasta el final del establo. Detrás de una enorme verja de metal descansaba un enorme caballo Pegaso de color negro. Nesh se acercó por detrás de él y colocó sobre sus hombros una manta de piel. La criatura relinchó a modo de desafío.

-          El Pegaso negro. Es la vergüenza de los establos de rey.- dijo Nesh.
-          ¿vergüenza?-
-          Sí. Este caballo es descendiente de dos grandes pegasos blancos, ambos grandes monturas, orgullo del rey y conocidos por todos. Pero sorprendieron con un potro negro.
-          Pues parece una montura bastante poderosa y agresiva,  perfecta para la batalla. ¿Qué tiene de malo su color?
-          Historias muy antiguas dicen que los pegasos blancos dan buena suerte al caballero que los monta pero en contraposición, también dicen que aquellos que nacen negros, traen consigo grandes desgracias y muerte a quienes los montan. Sólo la raza de los elfos oscuros se han atrevido a montar a estos monstruos en la batalla.
-          meras supersticiones, al populacho le encanta esas historias de vieja. Cuando veo a esta criatura, veo fuerza, un gran potencial. Sería una imagen aterradora cuando la bestia extienda sus alas negras en plena batalla.
-          ¿Nunca descansas de tus batallas?- preguntó
-          Sé que suena horrible pero vivo de la guerra,  necesito una montura y creo que la he encontrado.

Obviando el resto de palabras de Nesh, Geistschwäche, que había dejado caer la manta y volvía a mostrar su cuerpo desnudo, abrió la puerta de la cuadra. El caballo le miró desafiante y relinchó. El hombre pasó al interior del pequeño cobertizo. El caballo se agitó nervioso. Geistschwäche se acercó, hablando sosegadamente e intentó tocar la cabeza del Pegaso.  Este retrocedió por un instante pero se envalentono y cargó contra el agresor. Geistschwäche se apartó y manteniéndose calmado continuó intentando acercarse al asustado animal. Este se mostró desafiante pero el humano tampoco se amedrentó. Ninguna de las dos criaturas tenía la intención de retroceder y no ocurrió. Desde fuera Nesh observó las estoicas figuras de los dos contrincantes durante varias horas. De repente, como si ambos guerreros hubiesen hecho un pacto, los dos se relajaron y el Pegaso dejó que Geistschwäche se acercase a acariciarlo.

-          mañana a primera hora le diré al Rey que ya he encontrado la montura perfecta para mí.
-          Interesante habilidad la tuya aunque demasiado lenta.- dijo Nesh riendo entre dientes.
-          Dudo que tu pudieses hacerlo mejor.- dijo el hombre algo dolido. La mujer volvió a reír.

Nesh apartó a Geistschwäche de su camino. Entró en el establo y miró al Pegaso negro. Este volvió a relinchar a modo de desafío. No era con este humano con quien había hecho el trato. Fue entonces cuando la joven habló con la voz más dulce que jamás habían oído. Era una voz armoniosa, melódica y soporífera.

-          ven pequeño. Tranquilo. Conmigo estarás a salvo.

Las palabras resonaron en la cabeza de Geistschwäche. Por instante pensó que él mismo era el receptor de dicho mensaje. Tardó unos segundos en despertar de aquel extraño hechizo. El Pegaso negro también quedó prendido de aquellas palabras y se acercó hasta la mujer. Está le acarició obligando al caballa a sumirse más en su hechizo.

-          ¿cómo? ¿Cómo lo has hecho?- preguntó turbado.
-          No sé. Nunca he sabido el mecanismo. Sólo sé que si me concentro puedo trasmitir emociones con mi voz, convencer a la gente de cosas.
-          Es un don interesante. Me gusta, igual que me gustas tú.- Besó a Nesh apasionadamente.

Las semanas pasaron y el ejército imperial estaba preparado para volver a su patria. Como comandante del ejército, Geistschwäche no podía quedarse con Nesh, así que la noche antes de partir los dos hicieron el amor desenfrenadamente. Después durmieron abrazados en la misma cama. A media noche Nesh despertó a su amante. Le miró con seriedad y le dijo que estaba embarazada. Geistschwäche anonadado se abalanzó sobre ella para besarla. Lo dos lo celebraron por todo lo grande, despertaron al servicio en plena  noche para que les llevasen una botella de vino y después, cuando ambos ya estaban un poco ebrios, volvieron a hacer el amor.
Por la mañana Geistschwäche pidió a Nesh que fuese con él al Imperio. Ambos vivirían en el pueblo de Heildemburg, era un pueblo tranquilo, donde podrían criar a su hijo. La mujer aceptó sin pensar. Recogería sus cosas y tan pronto como pudiese se reuniría con él en el Imperio.
El ejercito abandonó la ciudad de Couronne aquella misma mañana antes de que el sol saliese. Geistschwäche antes de abandonar la ciudad, pidió audiencia con el Rey.  Confeso los escarceos con una de sus sirvientas y expuso la petición de que liberara a Nesh de sus obligaciones y que le permitiera ir al Imperio donde se casarían y vivirían juntos. El Rey no dudo por un momento dar aquel pequeño capricho al hombre que había conseguido mantenerle en el trono, una pequeña sirvienta no valía un reino.

El ejercito recorrió las llanuras y praderas de Bretonia, en cabeza un imponente guerrero, con armadura de placas plateada, cabalgaba a lomos de un Pegaso de color negro. El caballo pisoteaba la hierba con una fuerza bestial. Aquel grueso de hombres tardo un mes en llegar a la cuna de su país. También allí, los recibieron con aplausos y aclamaciones, su victoria había sembrado un precedente a los largo de todo el mundo. Tras presentar sus respetos al emperador y recibir las condecoraciones, Geistschwäche se encaminó en dirección a su hogar, era la primera vez que volvía después de quince años.
Caminaba sólo por los caminos, guiando a su caballo a través de bellos paisajes. Pensó que jamás había probado a su nuevo caballo, decidió que aquel sería un gran momento. Espoleó al caballo, el cual aceleró encabritado,  los árboles, los setos y las rocas difuminados pasaban a sus lados. El caballo continuó acelerando, tensando todos los músculos de su cuerpo. Era como si aquella bestia quisiese demostrarle a él de que pasta estaba hecha. Geistschwäche no quiso defraudar a su nuevo compañero, se agarró bien y espoleó más al caballo, jamás había corrido tanto con ninguna otra montura. De repente el Pegaso desplegó sus alas y en a penas un instante ambos se elevaron por encima del suelo. Sobrevolaron bosques y ríos,  pequeños pueblos y aldeas. Nunca se había sentido tan libre como en aquel momento, sentía que el mundo entero le pertenecía, desenvainó su espada y dejó que el metal de esta refulgiera bajo la atenta mirada del sol. Dirigió al caballo en dirección a su destino, sobrevoló valles y colinas que había recorrido de pequeño. Delante de él vislumbró el pueblo de Heildemburg, indicó a la montura que bajara y el Pegaso se lanzó en picado hacía el suelo. Geistschwäche tuvo que agarrarse a la crin del animal para no caer, a pesar de la brutalidad del descenso, el Pegaso posó sus cuatro patas con una delicadeza sorprendente. Aquel animal superaba con mucho las expectativas que Geistschwäche había imaginado. 

Continuará...

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